In memoria de José Maestre Hernández. Clarinete 1º.

 

1.-  MI NACIMIENTO MUSICAL.

Mi nombre es  Pepe, tengo doce años  estamos en 1919 y mi tío José Hernández “Pepe el Chato del Huerto”, requinto de la Banda Juventud Musical Villenense me empuja a que aprenda música en la escuela del Director D. Francisco Bravo García. La verdad es que el empujón fue pequeño, siempre me ha encandilado ver a la familia cuando se junta en el Huerto que cultivan a las afuera de Villena, junto a los campos del Convento de Trinitarias, al atardecer y aun después de un  duro día de faena, se montaba un sarao festivo mi tío con su  requinto en ristre. El requinto para quien no calcule la medida, es ese clarinete pequeño que hace ciento y un gorgoritos, y es capaz de sacar a bailar a la más recatada de las mujeres que, caída la noche, se acercaban por huerto a la cháchara y el baile 500 dollar payday loan.

Yo también quería ser protagonista y centro de las miradas de todos, ver a mi tío, hablar ese extraño lenguaje llamado “música” y que de ahora en adelante será para mí, un niño, el color, la alegría y las mil frases que contendrá mi alma.

La escuela de música del Maestro Bravo era una escapada de mis faenas cotidianas en el huerto, pues antes los chiquillos, tras un aprendizaje rápido de leer y escribir, ayudábamos en casa desde muy temprana edad. Así con doce años, me volvía loco por lavarme las manos y salir “pitao” para la academia que tenía el Maestro en la Calle Empedrá. Allí nos formamos tantos y tantos chavales que encontramos en la música un refugio cultural, a la escasez de oferta formativa que por el primer cuarto de siglo existía en nuestra ciudad.

Corría el año de 1922, ya traía yo dos años de solfeo y clarinete con el maestro, año en el que nuestro profesor refundó la Banda Municipal de Villena. Trajes nuevos, 62 chavales y un día 5 de Septiembre con La Corredera llena, nos vieron pasar a todos los nuevos discípulos al son del pasodoble “El Principiante” de D. Acisclo Díaz Rochel.  Esa misma tarde estrenamos el pasodoble recien compuesto para la ocasión por Quintín Esquembre  “La Entrada”,  el éxito de esa nueva formación musical, ya estaba garantizado.

2.-  MI JUVENTUD MUSICAL.

ARTICULO PACO SEXTETO BRAVO

Sexteto Bravo

A los jóvenes de la Banda Municipal, con la escuela de música del Maestro Francisco Bravo, se nos habría un mundo de oportunidades absolutamente desconocido hasta la fecha para nosotros. La música supuso para todos nosotros la disciplina y el acceso a un lenguaje universal que nos permitía entendernos con otras personas de diferentes lugares. Teníamos no solo una actividad común, sino un idioma común y una forma de salir de un pueblo, que no contaba por aquel entonces con la facilidad de acceso a la cultura y el desplazamiento a otras ciudades donde poder obtenerla.

Algunos miembros de esa banda, más ambiciosos y ávidos de música constituimos un sexteto, el “Sexteto Bravo”, allá por el año 1929. Por aquel entonces contaba  con 21 años, ya tenía novia, con todas sus obligaciones. Una formación musical que nos permitía ofrecer nuevos repertorios y a un tiempo participar en el verbenas, bailes y múltiples actos. Uno de los más reconocidos socialmente era el que tenía lugar en el Círculo de Recreo de “la Previsora”. Este baile, encuentro y regocijo de chicos adolescentes, mayores y más mayores, era el punto de confluencia de una sociedad, la villenera, que llevaba como podía la “gran depresión” del 29 y que vivía la reindustrialización de la comarca.

La música constituía un aglutinante de cuantos actos sociales se celebraban en la ciudad. Agrupando entorno a unas notas musicales a personas de todas las clases sociales. Cualquier acontecimiento  que se preciara era amenizado con música en directo. Los jóvenes músicos nos sentíamos protagonistas de la vida cultura y del ocio de nuestra ciudad. Éramos conocidos y reconocidos por nuestros conciudadanos, y disfrutábamos del rango del uniforme. Y porque no decirlo, nos sacábamos unos “cuartos” que siempre venían bien en las escasas economías de aquel entonces, una Villena rural y en desarrollo emergente.

3.-  LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA DE UN MÚSICO.

La república había iniciado grandes cambios en los ambientes sociales y económicos- Las clases obreras comenzaban a despuntar, había gran efervescencia  cultural y política,  muchos círculos sociales y en casi todos ellos, la música en directo tenía su aparición­. Pequeños casinetes al aire libre, en casinos agrícolas y mercantiles cerrados, con humo y “canotié”  y en los círculos obreros,  nada se escapaba a la animación que procuraba la música en vivo. Las gramolas no estaban extendidas y la radio hacia sus pinitos, pero no llegaba a la mayoría de las personas. Ahí estábamos los músicos para aglutinar en torno a un clarinete y un saxofón, una tuba y una caja, a la asamblea de ciudadanos de todas clases.

Pero llego el levantamiento militar y partió en dos la vida de muchos jóvenes que iniciábamos una nueva andadura. A mi me pilló recién casado, trabajando las tierras de mi familia. La larga mano de la guerra, me llevó hasta Madrid. Los músicos hacíamos lo nuestro, soldados de una banda militar de la 39º brigada, yo siempre con mi clarinete bajo el brazo por fusil. Como otros tantos villeneros que allí paramos, la música nos ayudo a huir relativamente de la guerra. Tocábamos en las paradas militares, pero también alegrábamos los teatros y casinos de Madrid. La música, una segunda profesión para muchos de nosotros, nos permitió no estar en primera fila, gracias a lo cual sobrevivimos, otros muchos compañeros murieron, como pasa siempre en las guerras, pero he de decirlo en voz alta, la música nos salvo a nosotros.

Al final de la guerra, regresamos  los músicos y a nuestros regreso se volvió a reunir la Banda Municipal, se hizo cargo de la misma como Director en 1939, el que lo sería  hasta 1978, D. Manuel Carrascosa, hombre estricto y de gran rigor musical. Proveniente de su Buñol natal, organizó la escuela de música que ha dado cientos de buenos músicos  villeneros.

4.- EL COMPLEMENTO ECONÓMICO DE POSGUERRA- La música “un trabajo”.

Tras nuestra contienda civil, había que reorganizar nuestra maltrecha sociedad, que paso de civil a militarizada, ya contaba yo con 31 años de edad y tenía dos chiquillos que alimentar. Una chiquilla de rizos rubios y ojos azules, y un niñito de corta edad que sería un gran clarinetista en el futuro, había que salir para adelante. El campo daba lo que daba y la música se volvió a convertir para muchos de nosotros (zapateros, dependientes, hojalateros, agricultores, etc.) en un ingreso necesario durante nuestra postguerra. Algunos solo tenían eso, había que sacarse el carnet de músico profesional, y ahí paramos la mayoría de nosotros. Terminábamos las faenas del campo, de la fábrica, de la tienda, e íbamos al ensayo de la Banda, en ocasiones hasta cuatro veces por semana.

La Banda Municipal de Villena, era el epicentro de cualquier acto social, ya fuera entierro o bautizo, parada militar o corrida de toros, procesión o fiestas de moros, verbena o serenata. Y que diantre, algunos de nosotros (los incansables) nos apuntábamos a  todo.

5.-  LA MÚSICA, EPICENTRO CULTURAL.

En el Teatro Chapí formamos una orquesta que participaba en todas las actuaciones que en él se celebraban. No era como hoy, no existían la música llamada “en lata”, todo era en directo. Las Compañías de zarzuela, variedades, revista, teatro, etc. no llevan sus músicos tras de sí, los tenía que poner el teatro donde representaban. Y allí estábamos los músicos de la Orquesta del Teatro, tocábamos de todos, desde una sinfonía de Mozart,  una Zarzuela de Chapí, un sainete de los Quintero, todo. Éramos unos “todo terreno”, y claro “partitura y mucho ensayo”.

En el Bar Español, éramos un poco más informales, con tres músicos hacíamos fiesta (mis amigos Francisco Zapater, Saxo tenor y Sebastián Rubio, saxo alto) . Como teníamos tantos ensayos, cualquier obra de las que se interpretaban en el Teatro las tocábamos “sin papeles”, con ciertas variaciones interpretativas de nuestra cosecha. Para los que piensen que el jazz es improvisación, que se suban a un terceto o cuarteto de viento a tocar a pulmón “la Bruja” o un foxtrot.

En el Casino Villenense, tenían lugar los bailes de sociedad (los recatados carnavales, las presentaciones de señoritas en sociedad y  los fin de año) y por supuesto los encuentros de jóvenes casaderos. ¡Cuantos novios han salidos de aquellos encuentros musicales! En ocasiones terminábamos a las 10 de la noche y aún nos íbamos a tocar una serenata, con riesgo de encontrarnos con la pareja, de la que en más de una ocasión salimos huyendo.

6.-  LA DIVERSIÓN EXTRA CULTURAL.

Que contaros de las Serenatas, que nos quitaban el sueño y nos daban más diversión que perras. El número de músicos necesarios para una serenata va de dos hasta el infinito, es decir, que no hacían falta muchos instrumentos para enfrascarnos en una tanda de repertorio imparable de compases. Solo hacía falta ser MÚSICO, es decir: 1.  Seguir al instrumento que llevara la voz cantante, que casi siempre era el clarinete y 2.- No tener miedo a salir corriendo si venía la “pareja” Y 3.- Mirar por donde pisabas, porque en aquel entonces, las calles no estaban asfaltadas y campaban por ellas animales y personas a la par, con los consiguientes obstáculos orgánicos que te podías encontrar en una noche, sobre todo si te ibas para el Rabal o las Peñicas, calles más oscuras que la Corredera (por supuesto). A los señoritos les cobrábamos un duro por la serenata y ahí había cazalla. A los más modestos y amiguetes, un chavo y con vino, o “de valdes” y con vino, porque el vino era imprescindible.

Las Orquestinas son esas agrupaciones pequeñas de músicos que actuaban en fiestas populares para regocijo del popular gentío, ya fuera en San Pascual en Orito, San Isidro labrador en la Zafra, o en las Virtudes, cada dos por tres. El Rojo el melonero a la batería, Paco Zapater al tenor y un servidor al clarinete, levantamos al público con un pasodoble en menos que “canta un gallo”, lo mismo en un tablao que sobre un carro, porque por entonces los medios eran muy escasos y solo había “candilejas” en el Chapí.

Otros divertimentos menos populares eran las fiestas privadas, entre las que destacaba sobre manera las del industrial villenense D. Antonio Amorós. En la Finca la Torre de Benejama, los músicos que allí acudíamos teníamos que se auténticos……. “cien cien”, sin reservas en la embocadura, incansables en la interpretación, en la comida y en la bebida, ver, oír y callar. Así que no les puedo contar más a Uds. de lo que allí sucedía. Pero les puedo asegurar que cada noche, o día, o día y noche, eran irrepetibles.

7- LAS FIESTAS POPULARES DE LAS COMARCAS. Músicos de todos los Lugares.

Durante el último cuarto del siglo XX y a pesar de la popularización de la radio y la televisión, los discos de grafito y los picús,  los músicos hemos seguido siendo imprescindibles en aquellas celebraciones populares que requerían la música en la calle y donde todavía no ha llegado el largo brazo de la telecomunicación musical. Cierto y verdad es que dejamos de ser imprescindibles en las variedades, teatros, cafés, bailes, (las novísimas discotecas) y bodas/bautizos/comuniones, pero por contra la cantidad trajo la calidad, y cuando se le quería dar más realce a un acontecimiento, se seguía pidiendo la música “hecha a mano”.

No había Procesiones sin la Banda Municipal de Villena partícipe, ni por supuesto, Moros y Cristianos. El enorme auge de estas Fiestas Populares en la Comunidad Valenciana, principalmente, crearon  tres fenómenos culturales sin precedentes. De una parte la multiplicación y desarrollo de gran cantidad de Bandas que suministraban la música en directo que tan necesaria es a “la Fiesta” (en Villena “las fiestas”). A un tiempo se ha desarrollado durante el s. XX otro fenómeno en nuestras tierras valencianas, una extensísima creación musical de marchas moras, cristianas y pasodobles festeros. Y un tercer fenómeno, que es el que más me gusta a mí, “la hermandad” entre los músicos de nuestros pueblos, que provoca el encuentro, participación e interpretación de nuestra música de fiestas  en cualesquiera de las diferentes formaciones que se encuentran  a lo largo y ancho de nuestras fiestas de moros y cristianos. Te puedes ver a un músico participar con tres y cuatro formaciones de músicos diferentes en una misma tarde de desfiles festeros. Lo que nos lleva a afirmar que la música no solo amansa a las fieras, sino que permite el mestizaje y el desarrollo de un universal lenguaje.

Yo he tenido la ocasión de tocar con grandes directores de Banda de todas las tierras de alrededor de Villena, no es necesario hablar de nuestro Manuel Carrascosa, del que mucho se ha dicho, pero puedo hablar del Maestro D. Juan Molina de Agost, de D. Olegario Pastor de Beneixama, de D. Regino Navajas de Sax, de D. Santos Carrión de Jumilla, de D. Godofredo Garrigues de Banyeres de Mariola, y tanto y tantos de los que siempre aprendí.

8.- LA MÚSICA. Lenguaje Universal.

Se está terminando ya nuestro relato y nuestro siglo XX, yo ya hace unos pocos años que me he jubilado públicamente de la música. Hacia mis setenta años se terminaron mis interpretaciones con la Banda Municipal de Villena. He disfrutado mucho de este lenguaje universal que tanto me ha dado, que tanto me sirvió en mi desarrollo personal, que tanta gente me ha permitido conocer, que tantas experiencias me procuró. Ese niño, adolescente, hombre y anciano, agricultor de profesión, de herencia y familia. que encontró en la música “el imperio de sus sentidos”.  Atrás dejo familia de músicos, amigos de música y miles de notas, compases y partituras que suenan en mi cabeza. Se marchó el siglo XX, yo me voy fui con él, pero puedo seguir contándoles esto porque la música transciende a las personas y los tiempos, y guarda en sus partituras los sones de quienes hemos vivido otras épocas y lugares. Eso nos iguala a los músicos, En el Monte Parnaso, junto a las Musas nos encontramos todos.

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