“Despertar en Pontevedra es un privilegio. Era una cálida mañana de octubre nada habitual por este tiempo y el sol amenazante iba en volviendo las cumbres, donde probablemente las meigas habitaban ese lugar y lo ocultaban de las visitas inoportunas. L os pueblos parecían haberse detenido en el tiempo de la época celta, con sus casas de piedras y tejados de paja. Todo parecía irreal, como si al amanecer los muros emergieran de las sombras de la noche en las que habían permanecido sumergidos…”

Foto 02Iniciamos la ruta el día nueve de octubre, completando dos autobuses con algunos de los componentes de la Banda Municipal de Villena y jóvenes estudiantes del Conservatorio Profesional de Música. Después de casi doce horas de viaje nocturno empecé a descubrir la Galicia auténtica, rural, de casas dispersas y animales pastando. Hasta donde me alcanzaba la vista, el paisaje se asemejaba a un mosaico; donde las distintas gamas de verdes delimitaban las parcelaciones. El otoño nos dio un respiro con días soleados propios de nuestra tierra.

Nos dirigimos al albergue después de comer y, casi sin tiempo, los integrantes de la Banda Municipal de Villena cambiaron su atuendo por el traje oficial de músico para ir al municipio del condado gallego, As Neves, donde se ofreció un concierto en el Auditorio Váquez Portomeñe precedido de un pasacalles corto pero intenso con los ecos de los pasodoble “La Entrada” y “Las Calles de mi Villena”, que nos hicieron sentir una mezcla de alegría y nostalgia. Esta pequeña localidad, con gran valor paisajístico, fue invadida por nuestros músicos y la tarde marcó su existencia entre pasodobles y marchas cristianas y moras. Al finalizar el concierto entre los numerosos aplausos del público que llenaba la sala, salieron al encuentro lágrimas furtivas de emoción al terminar el repertorio con nuestro querido pasodoble “La Morenica”.

Foto 03Cuando todo indicaba que podíamos dar descanso a nuestros cansados cuerpos, los acordes de trompetas, clarinetes, trompas y algunos tambores, empezaron a resonar en mi cabeza y me di cuenta entonces que el merecido descanso debía esperar mejores momentos. Eran músicos jóvenes con ganas de seguir la juerga y tocando varios temas pachangueros mi sueño se desveló. Estoy en una situación desesperada. A penas dan las siete y mientras los jóvenes duermen las pocas horas que dejaron escondidas en las camas, son otros, los más madrugadores, personas con algunas canas encima, los que levantan al personal a toque militar con el tan conocido “Quinto Levanta”. Y entre unos y otros aparece una sonrisa en mi rostro a pesar de no haber pegado ni ojo.
El domingo, un espléndido amanecer invitaba a continuar la marcha hacia el siguiente objetivo: mañana en O Grove y tarde en Ponteareas. Subida en el autobús dejo que el paisaje me distraiga y sin más tardanza veo los primeros hórreos que empezaban a asomar tímidamente sus crestas, con aspecto semejante a las pequeñas iglesias que iba dejando por el camino. De forma casi mágica pude perderme en rías gallegas con aguas pacificas que daban una frescura a mis cansados ojos. Cuando llegamos a O Grove, el sol nos acompañó en nuestro embarque por la ría frente a la isla de La Toja (lugar convertido en alto standing) y nos sumergimos en la experiencia de ver cómo los marineros gallegos cultivan el mejillón en bateas para después comercializarlo. Nos sentimos atraídos por una estampa tan especial, que desde la embarcación turística pudimos contemplar una tierra rica y un mar que da buenos manjares. El paseo estuvo ofertado con una degustación del sabroso mejillón y de un vino ribeiro que hizo que la risa se aflojara para dar rienda suelta a una lengua chistosa. En el mismo puerto y ha escaso metros de la embarcación, nos adentramos en la Fiesta del Marisco de O Grove muy popular por aquel entorno. Se puede disfrutar de toda clase de marisco en sus distintas formas de preparación, lo malo de esto, es que estábamos saturados de mejillones y a pocas horas de la comida. En fin otra vez será.

Foto 06Ya por la tarde y de nuevo vestidos de músicos nos fuimos a Puenteareas. Gracias a la invitación del Alcalde de Puenteareas, la Banda Municipal de Villena y la Unión de Guláns, juntas, recorrieron el casco urbano en alegres pasacalles, haciendo dos paradas en dos céntricas plazas donde una Banda frente a la otra ofrecía su mejor repertorio. Nos pareció un acto singular que se vio sorprendido por un excelente arco iris, que me hizo recordar tiempos de mi infancia.

Después del acto, y como colofón a esta invitación hubo una cena en la que no falto de nada. Palabras del Señor Salvador González Solla, Alcalde de Ponteareas y el concejal de cultura Francisco Abellán de Villena, comprometiéndose para otros encuentros de hermanamiento y en la realización de una alfombra floral a nuestra patrona la Virgen de las Virtudes. Siendo para Ponteareas, un orgullo su festividad más importante la de Corpus Christi, en la que sus vecinos confeccionan en el centro de la villa numerosas alfombras florales en honor al Santísimo Sacramento. Y entre brindis y aplausos la fiesta fue cogiendo fuerza, y nuestros músicos dejaron constancia de su amor a la música, sin previo aviso, se lanzaron a un pupurri de canciones que terminaron en pasadobles y marchas moras que puso en pie a toda la corporación del ayuntamiento.

Noche para el recuerdo, y otra sin dormir, con la misma técnica del día anterior. Trasnochar y madrugar y las horas de vigilia para cuando lleguemos a Villena.

Foto 05Al día siguiente Santiago de Compostela, con algo de retraso nos adentramos por calles de piedra hasta llegar a la plaza de la Azabachería, donde las agujas de las torres de la catedral asomaban ya por encima de los edificios. Y desde allí me dirigí a la plaza Do Obradoiro, donde la visión de la enorme basílica me dejó por momentos sobrecogida. Sus paredes denotaban las huellas del paso de los siglos, y hasta el musgo y la vegetación se habían asentado ya en los resquicios de sus muros; y en espléndida conjunción con ella, el hostal de los Reyes Católicos, el Pazo de Raxoi y el rectorado de la universidad. En el interior del templo y salvaguardado de la corrosión, que no entiende de arte, el Pórtico de la Gloria deleitaba a todos los recién llegados con sus inigualables esculturas. Las naves, salpicadas de capillas y devocionarios con su altar barroco en el centro, impresionaban a todos, aún más si cabe, y en aquel momento se hallaban abarrotadas de viajeros y peregrinos que se desenvolvían entre numerosos andamios que anunciaban la visita del Papa en próximos días.

Y llegada la despedida, nos preparábamos para otras catorce horas de autobús; pero con el convencimiento de que el viaje fue una experiencia única. Un poco distinta a la de los peregrinos que hacen el camino, pero insuperable porque solo nosotros pudimos ver como nuestra Banda Municipal estuvo a la altura tanto en el concierto como en el pasacalles, levantando los aplausos de los espectadores. Nos llevamos dentro momentos irrepetibles, baños compartidos, habitaciones multitudinarias y unos jóvenes músicos que hacen que la música sea un disfrute tanto personal como una invitación para otros intereses.

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